El Evangelio según el Espiritismo


Introducción

Como podemos leer en “El Evangelio según el Espiritismo”, trato, de manera sencilla y resumida, exponer “la explicación de las máximas morales de Cristo, su concordancia con el Espiritismo y su aplicación a las diversas posiciones de la vida”

¡Que los Buenos Espíritus me inspiren y me guíen en este proyecto!.




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Capítulo I

Yo no he venido a destruir la ley




Jesús no vino a destruir la ley de Dios; vino a hacerla cumplir, esto es, a desarrollarla, a darle su verdadero sentido, y a adaptarla al grado de adelantamiento de los hombres; por esto se encuentra en esa ley el principio de los deberes para con Dios y el prójimo, que son la base de la doctrina. 

En cuanto a las leyes de Moisés, las modificó profundamente, en el fondo, y en la forma; combatió constantemente los abusos de las prácticas exteriores y las falsas interpretaciones y no pudo hacerlas sufrir una reforma más radical que reduciéndolas a estas palabras:

"Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo", añadiendo:

"Esta es toda la ley y los Profetas".


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Moisés

La ley de Dios está formada en los diez mandamientos siguientes:

I. Yo soy el Señor tu Dios.

II. No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano.

III. Acuérdate de santificar el día de sábado.

IV. Honra a tu padre y a tu madre.

V. No matarás.

VI. No cometerás adulterio.

VII. No hurtarás.

VIII. No levantarás contra tu prójimo falso testimonio.

IX. No desearás la mujer de tu prójimo.

X. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de las que son de él.

Esta ley es de todos tiempos y de todos los países y por lo mismo tiene un carácter divino.

Las leyes establecidas por Moisés, obligado a contener por el miedo a un pueblo naturalmente turbulento e indisciplinado, en que tenía que combatir abusos arraigados y preocupaciones adquiridas en la servidumbre de Egipto, son muy diferentes. Para revestir de autoridad sus leyes, debió atribuirles su origen divino, como lo hicieron todos los legisladores de los pueblos primitivos; la autoridad del hombre debía apoyarse en la autoridad de Dios, pues sólo la idea de un Dios terrible podía impresionar a hombres ignorantes, en quienes el sentido moral y el sentimiento de una exquisita justicia estaban aun poco desarrollados. Es evidente que el que había establecido en sus mandamientos: No matarás, no harás mal a tu prójimo, etc., no podía contradecirse elevando a deber el exterminio. Las leyes mosáicas propiamente dichas, tenían, pues, un carácter esencialmente transitorio.

Cristo

Jesús no vino a destruir la ley de Dios; vino a darla cumplimiento, esto es, a desarrollarla, a darla su verdadero sentido, y a apropiarla al grado de adelantamiento de los hombres; por esto se encuentra en esa ley el principio de los deberes para con Dios y el prójimo, que son la base de la doctrina.

Las leyes de Moisés, las modificó profundamente, en el fondo y en la forma; combatió constantemente los abusos de las prácticas exteriores y las falsas interpretaciones y no pudo hacerlas sufrir una reforma más radical que reduciéndolas a estas palabras:

"Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo",

añadiendo:

"Esta es toda la ley y los Profetas".

La misión de Jesús no fue simplemente la de un legislador moralista sin más autoridad que su palabra; vino a cumplir las profecías que anunciaron su venida; recibía su autoridad de la naturaleza excepcional de su espíritu y de su visión divina,

·         vino a enseñar a los hombres que la verdadera vida no está en la tierra, sino en el reino de los cielos;

·         a enseñarles el camino que conduce a ella,

·         los medios para reconciliarse con Dios,

·         y hacer presentir la marcha de las cosas futuras, para el cumplimiento de los destinos humanos.

Sin embargo, no lo dijo todo, y sobre muchos puntos se limitó a dejar el germen de verdades que Él mismo declara que no podían ser comprendidas; habló de todo, pero en términos más o menos explícitos, porque para entender el sentido oculto de aquellas palabras, era preciso que ideas nuevas y conocimientos nuevos vinieran a dar la clave, y estas ideas no podían venir antes de cierto grado de madurez del espíritu humano. La ciencia debía contribuir poderosamente al nacimiento y al desarrollo de estas ideas; luego era preciso dar a la ciencia el tiempo para progresar.


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14/9/14




El Espiritismo

5. El Espiritismo es la nueva ciencia que viene a revelar a los hombres, con pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corporal; nos lo presenta,

·       no como algo sobrenatural,

·       sino como una de las fuerzas vivas y que incesantemente obran en la naturaleza,

·       como el origen de una multitud de fenómenos incomprensibles hasta ahora y relegados.
A estas relaciones es a las que Cristo hace alusión en diferentes circunstancias; y por esto muchas de las cosas que dijo han sido ininteligibles o falsamente interpretadas. El Espiritismo es la clave con que todo se explica fácilmente.

          6. La ley del Antiguo Testamento está personificada en Moisés, y la del Nuevo en Jesús; el Espiritismo es la tercera revelación de la ley de Dios, no está personificado en ningún individuo, porque es producto de la enseñanza dada, no por un hombre, sino por los Espíritus, que son las "voces del cielo" en todas las partes de la tierra y por multitud de innumerables intermediarios; es, en cierto modo, un ser colectivo que comprende el conjunto de los seres del mundo espiritual, viniendo cada uno a traer a los hombres el tributo de sus luces para hacerles conocer aquel mundo y la suerte que en él les espera.

7. Así como Cristo dijo:

"No vengo a destruir la ley, sino a cumplirla",

el Espiritismo dice también:

"No vengo a destruir la ley cristiana, sino a cumplirla".

          No enseña nada contrario a lo que enseñó Cristo, desarrolla, completa y explica, en términos claros, lo que se dijo bajo la forma de alegorías; viene a cumplir en los tiempos predichos lo que Cristo anunció, y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Es, pues, obra de Cristo, que el mismo preside, así como a la regeneración que se opera y prepara el reino de Dios en la tierra como anunció.


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